Revista Bohemia

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Botella


Estiré la mano en el aire para desperezarme y separé las sábanas de mí con una mueca de autosuficiencia. Había logrado batir mi récord, 60 sonrisas en un sólo día. Todo un logro para un buscador de recuerdos como yo. Porque eso es lo que soy, eso es lo que me hace sentir vivo.

Los buscadores de recuerdos no necesitamos más pan que la felicidad propia o ajena, ni más agua que una charla de ánimo. ¿No te parece lógico? ¿No lo has pensado alguna vez? Nosotros vagamos abriendo los ojos a aquellas personas que inexplicablemente los han cerrado a la vida. Todo por el dolor. "Sería mejor una vida sin dolor, aunque todos los demás sentidos fueran de plástico, que un drama sensorial como el que vivimos" Solía decir un buen amigo mío. Un buen filósofo de la vida, un gran escriba de sensaciones.

Tengo 22 años y vivo en la ciudad de Agra, India. Maravilloso mar de gentes y triste alud de caras largas entre la polución. Es por eso que me he propuesto cambiar éste lugar. Ahora mismo me estoy comiendo un suculento plátano mientras observo el río Yamuna, eso es lo importante. Siento el sol en mi cara y me da fuerzas para hacer mi trabajo.
No soy rico, sólo poseo mi hogar y mis plátanos. Pero en mi corazón guardo un gran tesoro invertido en gemas de felicidad.

Mi vida comenzó a cambiar hará unos cuatro años. Volvía a casa con unos plátanos muy parecidos al que ahora me como, cuando me tropecé en la calle con una prostituta. Sonreía feliz a todos aunque su desgracia personal fuera enorme al ser rechazada por todos menos por sus clientes. Tenía tanta curiosidad que no le di importancia a la vergüenza que supone en mi sociedad hablar con una como ella. "¿Por qué eres tan feliz? ¿Cómo lo haces?" Le dije, a lo que ella respondió simplemente riendo, su risa era tan contagiosa que en pocos momentos estaba acompañandola. "¿Lo ves? ¿Ahora lo entiendes?" Me respondió misteriosa "Aunque también tengo mis problemas, como todos, soy feliz sabiendo que una simple risa mía puede traerle la felicidad a otros" Me tendió la mano, le regalé uno de los plátanos y regresé a casa con un plátano menos pero con un objetivo más en mi existencia.

Sin embargo hoy he decidido dar un paso más en mi trabajo. Escribo en papeles y los guardo en botellas que tiro al río para tratar de tapar los agujeros en los cántaros de la gente a la que ayudo, que hacen que se filtre la felicidad que vierto en ellos e impiden que sean capaces de rebosarse, mojando a otros.

Me siento muy afortunado, por conocer el secreto de como cambiar el mundo, de saber que puedo ser capaz de hacer lo que no hacen nuestros políticos, lo que nuestros sacerdotes olvidaron por la avaricia y lo que los dioses olvidaron escribir en la religión como alternativa a la sociedad de hombres-marioneta que deberían controlar unos pocos.
Eso ya no sirve, yo ya soy libre y las tijeras del librepensamiento y el pegamento del respeto mutuo y las ganas de aprender se encargaron de hacer desaparecer los hilos que me sujetaban. Pero no puedo huir porque me siento solo, no puedo huir porque veo a los otros muñecos del circo y me siento en la responsabilidad de cortar sus hilos y prender en ellos el saber y el amor por la vida plena que les impide tener su autodeterminación.

Si lees esté fragmento de papel regrésalo a la botella, tápala y deja que la corriente lo lleve a otro cántaro.

Hemen (el rey del oro)


Alfredo Gil Pérez 20/05/2010

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