Revista Bohemia

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El tiempo

Nos rodea, nos conforma y no deja de confluir con nosotros a lo largo y ancho de nuestra realidad.

El tiempo es por ende lo que somos y vivimos, lo que nos depara y lo que nos marca. Nos moldea hasta tal punto que en sus manos los recuerdos que florecen en nuestras primaveras se desgranan en el otoño y mueren en el invierno. Es fuerte, es rudo, testarudo, incluso me atrevería a decir que implacable, pues por todos pasa y con todos hace.

Calma las ansias, cumple o arrebata los sueños a su voluntad e incluso extiende sus etéreas manos con las palmas abiertas y tendidas para darnos cosas que experimentar y por las que madurar. Es igual el mes, puede ser julio, agosto, puede ya ser 2009 que 9002, desde que el tiempo es tiempo, y antes de que el hombre fuera hombre, él ya era caprichoso y se erguía sobre su amorfa esencia, haciendo fluir a su antojo a cuanto de él depende.

Hay quien dice que es invención nuestra, hay quien asegura que es relativo, pero él no dudará a la hora de declararse tajante o permisivo. Andarás por primera vez a su debido TIEMPO, amarás dentro de los horarios que él te marque, pero pase lo que pase, recuérdalo, todo será ínfimo a su lado, y al mismo tiempo dentro de su infinita pequeñez infinitamente profundo y perfecto. Porque cada segundo consciente o inconscientemente nos detiene eternamente en sí mismo y se anota a pie de página en nuestro anexo de los recuerdos.

Siéntete pluma que araña el papel, ámate, halcón que surca el aire y revolotea entre sus corrientes. Pero recuerda comer de la mano de tiempo, a tu gusto y antojo, no sea que para cuando quieras saciar tus ansias de vida su maná esté caduco para ti y su ceño se arrugue plantándote cara y haciéndote ver como has derrochado las oportunidades que en sus manos te aguardaban.


Alfredo Gil Pérez 16/11/2009

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