Revista Bohemia

Revista cultural, libre pensamiento, opinión y respeto.

Mujer

http://www.youtube.com/v/qQ2JCXREI2w


Dorotea llevaba a espaldas a su pequeña hija Candelaria, mientras avanzaba lentamente sobre las hojas y la hierba que cubrían el sendero durante el otoño, disponiéndose como abrigo para el invierno. En la mano derecha cargaba con los frijoles que necesitaba para la cena y transportaba a pie desde el pueblecito situado en la base de la montaña. Una extraña sensación la invadió en su interior y alzó la mirada al cielo despejado del Perú.


Al mismo tiempo Abeer narraba entusiasmada a sus sobrinas, en la alcoba, la historia de las mil y una noches. Gesticulaba de una manera tan vivaz y realista que a las pequeñas les costaba no sobrecogerse mientras el genio de la botella se abalanzaba sobre el pobre pescador astuto. Su madre escuchaba las historias mientras frotaba el suelo con el trapo de rodillas, rememorando aquellos tiempos en que ella y su hermana pequeña se divertían imaginando qué sería de la vida y la fantasía.



Han Na estaba agotada en la entrada de su chozita frente a los arrozales. Los brotes se encontraban altos desde su altura, pero el trabajo del día había merecido la pena. Tendrían cosecha para mucho tiempo, sin embargo sólo pensaba en cómo conseguir el dinero para ayudar a sus hijos que habían decidido marcharse a la capital, tal vez apretándose el cinturón y racionando el arroz de ese año pudieran sacar lo suficiente. En el interior de la choza su marido ya había caído rendido a los sueños, pero algo la inquietaba y no podía dejar de mirar el paisaje rupestre.


Ainara acariciaba a su perro mientras hacía las cuentas del mes en su pueblito de España. Desde que se encontraba en el paro los gastos se habían convertido en algo peligroso para ella y su familia. Su esposa aún tenía trabajo como maestra, pero "mantener hijos en el mundo desarrollado no es tarea fácil", se decía mientras veía a la pequeña Sandra jugar apilando cubos de madera para hacer una torre y se dibujaba en la comisura de sus labios una sonrisa de esas involuntarias.


Todas sintieron al mismo tiempo un latido, un leve temblor bajos sus pies, y la mirada se les puso en blanco por el miedo a lo que pudiera venir después, sin embargo tan sólo se sorprendieron pasando su brazo por la frente como signo de alivio al tiempo que la torre de Sandra se desmoronaba haciéndola aplaudir y reír inocentemente. Que increíble y fugaz es la vida, pensaron. Y cada una volvió a sus quehaceres.




ALFREDO GIL PÉREZ 20/10/2009

0 comentarios:

Publicar un comentario